Hoy en día, el turbo es un elemento presente en la gran mayoría de los automóviles que se comercializan, pero no siempre fue así. Las normativas anticontaminación, cada vez más severas, para reducir las emisiones han obligado a las marcas a producir motores más pequeños, de menor cilindrada y turboalimentados.
El turbo permite producir motores más pequeños con consumos y emisiones más contenidos, pero manteniendo unos niveles de potencia suficientes. La turboalimentación se volvió muy popular a finales de los setenta y en los ochenta y vuelve a serlo ahora con más fuerza. A continuación, te explicamos todo lo que tienes que saber sobre el turbo, cómo funciona y cómo evitar averías.
Contents
¿Qué es el turbo?
El turbo es un elemento muy sencillo. Se trata de un sistema de sobrealimentación que comprime el aire que circula hacia el motor, aumentando la potencia. La combustión del motor se consigue con la mezcla de aire, es decir, oxígeno, y combustible.
El turbo consigue enviar una mayor cantidad de oxígeno a una mayor cantidad de combustible. Así se logra un incremento de la potencia y una respuesta más contundente del motor, lo que popularmente se conoce como “la patada del turbo”.
También llamado turbocompresor, consta de un par de turbinas, una gira gracias a los gases de escape que salen del motor y la otra lo hace en el sentido contrario, empujando el aire que entra hacia la admisión del motor. El turbo puede alcanzar una velocidad de giro de 200.000 revoluciones por minuto y una temperatura de 900 grados.
Es necesario rebajar la temperatura. Esto se consigue con otro elemento fundamental que va asociado al turbo, el intercooler. Se encarga de enfriar el aire que va desde el turbo hacia el motor.
Primera era del turbo: la crisis del petróleo de 1973
Aunque el uso de motores turbo es casi tan antiguo como el propio automóvil, no se popularizó hasta los años setenta y, sobre todo, ochenta, como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973. En el contexto de la guerra de Yom Kipur, que enfrentaba a Israel contra Siria y Egipto, los países árabes exportadores de petróleo decidieron no exportar más crudo a los países que habían apoyado al país hebreo.
Esto provocó una crisis de abastecimiento de combustibles enorme que mermó la economía de muchos países. Y también afectó a la industria de la automoción. A partir de entonces, comenzó una lucha por reducir los consumos y, en consecuencia, los distintos fabricantes empezaron a fabricar motores más reducidos y de menor cilindrada, pero con el turbo para no afectar demasiado a las prestaciones.
Segunda era del turbo: el Downsizing
Lo que podríamos calificar como segunda era del turbo comenzó a finales de la década pasada y se ha extendido a lo largo de la actual. Nos referimos a la tendencia, en la mayoría de los fabricantes, hacia motores cada vez más pequeños, muchos de ellos de tres cilindros y alrededor de un litro de cilindrada, pero que entregan niveles de potencia elevados gracias al turbo. Esto se conoce como Downsizing.
Si en los años setenta, la reducción de los motores respondía a la necesidad de reducir los consumos, debido a la falta de abastecimiento de combustible, hoy el motivo tiene que ver más con la reducción de las emisiones de CO2 y mitigar los efectos del cambio climático, sin olvidar conseguir consumos más ajustados.
Mantenimiento del turbo
El turbo es un elemento sencillo que no requiere mucho mantenimiento, pero sí conviene cuidarlo con una serie de acciones para evitar la aparición de averías que pueden ser muy costosas:
Al arrancar: cuando arranques el motor, es bueno que lo dejes un rato al ralentí, entre 30 segundos y un minuto. De esta forma, el aceite tendrá tiempo de expandirse por todos los recovecos de la mecánica y el turbo estará perfectamente lubricado cuando inicies la marcha. Esto es especialmente necesario en invierno, con temperaturas bajas. Igualmente, no hay que subir el motor de revoluciones hasta que no alcance la temperatura óptima.
Antes de apagar: del mismo modo, antes de apagar el motor, es bueno dejarlo también al ralentí alrededor de un minuto para que el aceite no cambie drásticamente de temperatura y provoque daños. Esto es especialmente importante cuando se sale a carretera y se hace un viaje largo.
Marchas cortas: conducir con marchas largas permite ahorrar combustible, pero a veces, conviene circular con marchas cortas y pisar el acelerador con energía en zonas como rampas. Así, limpias de carbonilla el sistema de admisión y el escape.
Aceite de calidad: utilizar un aceite que cumpla las normas y la viscosidad del constructor y de calidad ayudará a proteger el turbo de tu coche. Asimismo, controlar los niveles de manera periódica y sustituir los filtros de aceite y aire en el momento recomendado.
Qué pasa si se rompe el turbo
El turbo es una pieza bastante resistente y no se estropea con facilidad. Pero no está libre de sufrir daños. Por eso, es necesario saber qué pasa si se rompe el turbo y cuáles pueden ser sus consecuencias. Por suerte, antes de que se rompa el turbo, la mayoría de las veces advertiremos algunos síntomas que nos avisarán de que algo no va bien.
Tirones o pérdida de potencia: es un síntoma bastante frecuente y puede deberse a una válvula de descarga dañada.
Silbidos en el motor: silbidos o ruidos más fuertes procedentes del motor, que pueden ser debidos a algún deterioro en los manguitos o las abrazaderas del turbo. Aunque el origen de los ruidos puede ser muy diverso, así que lo mejor será acudir a un taller lo más rápido posible.
Geometría variable agarrotada: pérdida de control de la presión por exceso de carbonilla que provoca una pérdida de potencia.
No detectar a tiempo una avería en el turbo, puede provocar una rotura total y su sustitución por completo. Una operación que puede tener un coste muy elevado, en función del tipo de turbo y de coche.